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Un día cualesquiera

 Al amanecer olía a hierba recién cortada. Las vacas estaban felices en la cuadra esperando ansiosas que alguien abriera el portón. Cayeron cuatro gotas que no asustaron a nadie y empezó el trajín en el valle. Era día de escuela al aire libre con los mayores, a la orilla de la laguna debajo de las higueras. Se desayunó al gusto sin prisa ninguna. Además de los higos había zumos, leches, cafés, cacaos, frutas, madalenas, medias lunas, mieles y mantequillas. Era preceptiva, aunque no totalmente obligatoria, para toda la población, incluidos los más pequeños, media hora de trabajo al día. Los drones ya zumbaban empacando la hierba y según la constatación electrónica la enferma más grave del concejo había mejorado significativamente en las últimas horas. Según la estadística más avanzada no debería haber muertes en los meses siguientes. Todo estaba tranquilo. Bajo un sol cariñoso las chiquillas y chiquillos se bañaban en el río con gran jolgorio y algunas adultas y adultos nadaban por ...

Caldo de Carvalho (XIV) Destruidas ventanas

 Tonia en San Cristóbal de Las Casas es turista, está allí porque quiere. En el momento inicial del movimiento zapatista los accionistas del balneario europeo llamaron a eso turismo revolucionario. Gobernaba el PRI, se firmaron tratados de libre comercio con EEUU y se privatizaron empresas estatales. La historia se había acabado, la democracia y el capitalismo eran matrimonio, tenían un anillo con una fecha por dentro. Derrotado el mal soviético, el futuro era un crecimiento económico continuo gracias a los dioses del mercado. La memoria dejaba de tener sentido. Se decretó la “libertad duradera” y la “justicia infinita”. Perico, al que dicen el negro, acompaña a Tonia por la orilla del río Amarillo. Es amable, buen escuchador y narrador. Le cuenta que los federales lo buscaron por participar en la organización de una huelga en los cafetales de Palenque. No lo encontraron y se fueron a por su hermana. La mutilaron. No ha vuelto al pueblo. Vive de vender a los turistas artesanía de m...

La Sociedad del Baile

 Nadie sabe como llegó a manos de Baldomero Cañón, “el mudo”, aquel ejemplar atrasadísimo de “El Molinico”, órgano de expresión de la Sociedad del Baile de Marcilla. Cada tarde en la cuadra, mientras echaba un pito antes de ordeñar, solía leer un periódico cogido al azar del montón preparado para encender la lumbre de la cocina. Lo hacía en voz alta. Desde que en su infancia decidió no volver a pronunciar ni una palabra en presencia de humanos, Baldomero hablaba solo con animales y no con todos.                      Le gustaba compartir las noticias con las vacas y la mula. La Artillera y la Capitana mostraban un relativo interés de pascuas a ramos, ladeando levemente la cabeza o dejando de comer durante un segundo. La mula Perla se obstinaba en ignorar cualquier suceso del mundo por asombroso que fuera.     En la página tres Baldomero se calló. Una fotografía en blanco y negro le hizo torcer el morro. Se veía un...

Pasodobles lejanos

        Fue Baldomero a comprar jijas y Santi, el carnicero, el de la carretera de Asturias, le contó lo de la excursión a Benidorm. Para qué queremos más. Ahora se le ha antojado al señorito concursar en el festival. Este hombre es bobo, no tiene arreglo. Necio, necio. Como es mudo, no se puede discutir con él. Bueno, mudo, no habla porque no quiere. Y lo que le dice Etelvina, Baldo, vida, tienes ochenta años, no estás para berenjenales. No señor, no es juventud amontonada. Vale que sigas tocando el acordeón en fiestas de pueblos con ocho vecinos...Pues doce con los veraneantes, lo mismo me da. De Valcuende a Benidorm hay ochocientos kilómetros y quieres ir en la mula. ¿Es o no es de no tener conocimiento? ¿No puedes ir en el coche de linea como todo el mundo? Dice el papel de la asociación que salimos de Guardo temprano, paramos a comer en Segovia, en Aranjuez a ver no sé qué palacio, en La Roda a comprar unos pasteles y llegamos al hotel a la hora de ...