Pasodobles lejanos
Fue Baldomero a comprar jijas y Santi, el carnicero, el de la carretera de Asturias, le contó lo de la excursión a Benidorm. Para qué queremos más. Ahora se le ha antojado al señorito concursar en el festival. Este hombre es bobo, no tiene arreglo. Necio, necio. Como es mudo, no se puede discutir con él. Bueno, mudo, no habla porque no quiere. Y lo que le dice Etelvina, Baldo, vida, tienes ochenta años, no estás para berenjenales. No señor, no es juventud amontonada. Vale que sigas tocando el acordeón en fiestas de pueblos con ocho vecinos...Pues doce con los veraneantes, lo mismo me da. De Valcuende a Benidorm hay ochocientos kilómetros y quieres ir en la mula. ¿Es o no es de no tener conocimiento? ¿No puedes ir en el coche de linea como todo el mundo? Dice el papel de la asociación que salimos de Guardo temprano, paramos a comer en Segovia, en Aranjuez a ver no sé qué palacio, en La Roda a comprar unos pasteles y llegamos al hotel a la hora de la cena. A la mañana siguiente a pasear por la playina. Y tú estarás llegando a Villada. Vas a ser la risión. Sí, claro que puedes salir una semana antes. Y la cuenta, que te dé un parraque por el camino. La mula te la cuida el Salus encantado, son tal para cual. Le traes algo de Benidorm y arreglao. Cualquier cosa, una camiseta, una taza. No, coño, llena no, un suvenir. Empezó Baldo a explicarse con la lengua de signos. A mala leche, sabe de sobra que a Etelvina le ataca los nervios. O sea, que no hablas porque no te da la gana y ahora tengo yo que traducir. Pero vamos a ver, Etelvina. Salgo pongamos que el lunes antes, a la que esté clareando. Me llevo una tortilla, un queso y la bota para rellenar por el camino. Me recorro la península de venta en venta y...¿Pero qué venta? ¿Tú te estás oyendo Baldo? Anda, calla la boca.
No hubo manera. Baldomero había compuesto un pasodoble para la ocasión y de ahí no se apea. Dice que no es un pasodoble cualquiera, que es el pasodoble por antonamasia, el definitivo, el pasodoble sub specie aeternitatis. Qué fatuo. Cuando se ha enterado el hijo ha dicho que nones, que eso es inconstitucional. Que bastante tiene con lo suyo, el bulto en la rodilla, como para ver a su padre haciendo el ridículo por televisión y ser el hazmerreir en la junta de vecinos. Otro que tal. Habló él, que va a convenciones de tebeos disfrazado del Lobuno ese. Que tiene un amigo abogado y va a denunciar a Eurovisión. Yo, de verdad, que no puedo más. A lo que iba, que para una vez que vamos de excursión, a mi no me amargan la vida. A tomar el sol, a comer a mesa puesta, siesta, cafetito a media tarde con Encarna y Francisca que vienen también, y hasta un baile si se tercia. ¿Que llega Baldomero con la burra? A ver donde la aparca, que éste se ha creído que Benidorm es como Puente Almuhey.
Se dió el caso de que al pedir Baldomero por escrito las bases del concurso en el ayuntamiento, no supieron darle razón. Preguntó primero a un guardia, luego en información. Le dijeron que eso no era competencia municipal. Una mocina de la cola muy salada, se lo miró en el internet.
Resulta que tiene que mandar una propuesta a televisión española y que, al ser un festival de canciones, tiene que cantar, no vale con tocar el acordeón. Se le quitó la tontería. Ahora vienen los lloros. Que si es una discriminación, que si no respetan a los mayores, que si la burocracia. Está inaguantable. Pues canta hijo, canta, y deja de dar la murga. Y venga y dale con el pasodoble. No es que esté mal, no, tiene su cosa, pero cuando lo has oído treinta veces, estraga.
Salus al final se queda con la mula y nos vamos a Benidorm. El acordeón se queda en casa, vamos que se queda en casa. Para que se le pase la perra al Baldo, se entretenga y no maree, le he comprado un cinexin en el mercadillo, una película de Charló y otra de Pamplinas. Quiere verlas tocando el acordeón pero como tiene que darle a la manivela no se apaña. Dice que él en Benidorm no quiere tomar el sol, que va a ir a los museos. Algunas veces me dan ganas de darle un madreñazo. No son cosas de la edad, ha sido siempre así, el caso es dar la nota. Sí, hijo, sí. Menudo artista estás tú hecho. Ni bohemia, ni bohemio, Baldo, y para con los signos que me estás poniendo en el disparadero. Etelvina que tú también tienes lo tuyo, no empecemos. A ver si ahora porque vamos a Benidorm una semana te vas a creer una turista, que el arbol no te deja ver la luna. No, no digo disparates, que sabrás tú de filosofía. Lo que pasa es que te ciegas y te empecinas. Qué fácil es vivir sin pensar en el libre albedrio. Si hubieras hecho la mili no me vendrías con estas. Ya, yo tampoco la hice, porque tengo los pies planos. Además soy diabético, ten un poco de consideración. ¿Ahora eres diabético? ¿Desde cuándo, que me entere yo? No, señor. La médico no te dijo nada de eso. Te dijo que no comieras para desayunar medio kilo de madalenas. El caso es llevarme la contraria, Etelvina. ¿Qué tendrá que ver el desayuno con que tenga los pies planos? Es que eres el espíritu de la contradicción. Si yo digo blanco, tú negro.
En el Alsa Baldomero fue todo el camino roncando y silbando como una gaita. En Segovia se puso malo de gases, no bajó del vehículo, se quedó sin comer y hubo que llevarle un pincho. En Aranjuez compró fresas y se puso la camisa perdida. Se contentó con la crema de los Miguelitos en la Roda, tragó media docena y empezó a hacer signos con la boca llena. La Etelvina: Qué asco, por dios. Cuando vieron el Mediterráneo desde la ventanilla, y eso que era de noche, se les quitó la prisa por llegar. Etelvina se acordó de su primer baño marino en Santander y de la canción de Serrat. Baldomero intentó filosofar ¿Qué es el ser? Qué se yo. Ahí se atascó.
Aparecieron por sorpresa en el horizonte los rascacielos de Benidorm. Los dos pegaron un respingo en el asiento. Del susto Baldomero agarró del brazo a Etelvina. Las mil luces de colores, el olor a mar y la luna hicieron efecto. A Baldomero le entraron ganas de cantar, a Etelvina de bailar. La llegada al hotel fue apoteósica, la piscina azul, las amables recepcionistas. La cena no fue muy allá, las cosas como son, una pechuguina tirando a seca. Ahora que, como el vino sale grátis por la oferta y malo del todo no era, cayeron un par de copinas. La habitación, en el noveno piso, tenía terraza y unas vistas mareantes. Todo limpísimo, la bañera reluciente, la televisión con canales extranjeros, la cama enorme y blanda, los almohadones cómodos. Pasó lo que tenía que pasar. La Etelvina salió de la ducha secándose el pelo. El Baldo puso cara de no acordarse. Un acercamiento, un roce, un nosequé, el calor de la noche, las sábanas frescas, la vida que se abre paso, la lucha de contrarios, la memoria y el deseo. Como sería la cosa que cuando terminó el revolcón, empezaron los fuegos artificiales y la orquesta del hotel se arrancó con un pasodoble.
Comentarios
Publicar un comentario