A las once y media de la noche el Cholo, con el casco puesto, sale del ascensor en el séptimo piso, lo deja abierto, se dirige a la letra B y llama al timbre una sola vez. Diez segundos después en pijama, Moré abre la puerta. El Cholo levanta la recortada y le dispara a dos palmos de la cara. Vuelve al ascensor, baja directo al garaje con la escopeta en la chamarra, arranca la moto, abre el portón con el mando, sube la rampa y se mezcla en el tráfico. En media hora está a la entrada de Barberá del Vallés, en un aparcamiento, a veinte kilómetros de Barcelona. Le espera el Toto en un megane. El Toto, bajito, rechoncho, con ojos de huevo y manos blandas, mete en una bolsa la recortada, el casco, el mando a distancia, las deportivas, los guantes y la chupa. El Cholo se cambia en el asiento de atrás. La moto se queda allí. Tardan una hora y media en llegar al embalse de Rialb sin hablar, con música machacante a todo volumen. Paran junto a una granja de cerdos y se deshacen del contenid...