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Mostrando entradas de julio, 2025

Caldo de Carvalho (VI) Es el primo Anselmo

 VI Tonia pasa muchas tardes en casa de la Nuri. Se hacen compañía, chafardean un rato, cocinan y toman te verde. La Nuri lleva un año sin salir de casa. El asesor de una ONG, Osorio, lleva su indocumentación, la orienta. Podrían detenerla, llevarla a un centro de internamiento de extranjeros. Tiene que cumplir dos años de estancia en el país, esperar que se arreglen los papeles de sus padres, los permisos de residencia, el reagrupamiento familiar. Vive en el limbo número catorce, cuarto E, en San Roque, con sus tíos. Osorio rellena cuestionarios, hace preguntas y estadísticas. Es informático de profesión. Cuenta que se hizo voluntario después de un papeleo que acabó en juicio contra una red de tráfico de personas. Siempre insiste en lo mismo, hay que denunciar a la mínima. La Nuri es prima de Malik, tiene diecisiete años, habla francés, chapurrea castellano y ve telenovelas. Quiere ir a París, graduarse en pediatría, volver a Nador con pasaporte comunitario, poner un consultorio y...

Caldo de Carvalho (V) Si te pusieran al trasluz...

 En las antípodas antagónicas de Barcelona Antonio Carpintero, cobrador de impagados fijo discontinuo, expolicía con bigote y exboxeador, al que le jode que le llamen Toni Romano porque Carpintero, un oficio, es su apellido, y Romano un gentilicio falso y un alias, se acaba de levantar. Le duelen todos los huesos, la mayor parte de los músculos y buena parte de las vísceras identificables sin estudios de medicina. El timbre de la puerta interrumpe la preparación del café. Todavía grogui y en calzoncillos abre. Espera una visita despachable por la vía rápida. —Buenos días, Toni. Habla un hombre que ronda los sesenta años, uno setenta, ochenta kilos. Viste de negro, gafas ovaladas, barba de una semana, cabeza cubierta, cara de no me vengas con chorradas y mueca de no soporto las metáforas. —Si usted lo dice… ¿Nos conocemos? Me resulta familiar. —Soy tu padre. Toni no contesta esperando el final de la broma. Fija la mirada unos segundos en el gracioso y examina el pasillo buscando pos...

Caldo de Carvalho (IV) Coplas a la muerte de mi tía Daniela

 IV  “El Rubio” se lleva bien con todo el mundo desde que era un chinorri diplomático, educado para evitar conflictos. No participaba en discusiones que pudieran derivar en bronca, sonreía a quien pudiera considerarse enemigo, desarmaba a los mayores más agresivos con paciencia de viejo. Alguna vez se llevó un par de hostias. Las encajaba sin aspavientos, pequeño, macizo, rápido y escurridizo. Se trabajó la confianza del vecindario y extendió sus relaciones a los alrededores. Su negocio consistía en hacer bien cualquier trabajo eventual. Ayudar aquí y allá, recados, encargos, chapuzas. Alguien cercano y de confianza, un valor escaso. Tiene una pequeña empresa dedicada al mantenimiento de fincas urbanas. No se ha hecho rico, si fuera un cabrón podría ganar mucho más. No lo es, es un hijo de puta. Su madre, la Lita, era una habitual del Chino. Se desvivió por él y lo sacó adelante como pudo. Las violencias, los desprecios, los chulos, el asco, las carencias y la rabia, se las co...

Caldo de Carvalho (III) Movimientos sin éxito

 III   Estaba escrito que Andrea Camilleri y Petros Márkaris no se cruzarían con sus comisarios al salir del restaurante. Se sentaron en una terraza frente al mar para comentar la propuesta de la agencia debajo de una sombrilla. Café y licor, la pipa del griego, los cigarrillos del italiano, risas. Recuerdos de Manolo. Sus poetas favoritos. Márkaris le achaca debilidad por Pavese, Camilleri por Kavafis. Machado, Cernuda, Gil de Biedma, Eliot. Brindaron y miraron pasar las garotas de la Barceloneta caminho do mar. Sus personajes, Jaritos y Montalbano, acababan de conocerse en el restaurante. Tonia y Moré, ya con hambre, asistieron a la repetición de la ceremonia. Presentación, carta, elección de platos. Los comisarios no encontraron un idioma común y la traductora tuvo que esforzarse. Jaritos pidió arroz con calamares y sobrasada. Montalbano dudó. Hizo a Malik preguntas de tercer grado y se decidió por un suquet de rape y gambas. Moré eligió el plato más caro y blanco del Pened...

Caldo de Carvalho (II) El octavo día de la semana

 II    El comisario Kostas Jaritos suda intentando arrancar el supermirafiori semi-nuevo que debería llevarlo al aeropuerto. Petros Márkaris, el escritor que inventó su nombre, apellido y circunstancia, observa su agobio desde un café. Calcula la ruta más práctica sin perder de vista la coyuntura; Julio, viernes, hora punta, Atenas. Márkaris decide que Jaritos, su personaje más célebre, coja un taxi, la única posibilidad de llegar a tiempo para coger el vuelo a Barcelona. El escritor, sin perder el distanciamiento, viajará algunos asientos más atrás en el mismo avión. El comisario Jaritos estuvo a punto de llegar a la lucha grecorromana con Adrianí, su mujer, empeñada en acompañarlo al viaje oficial que retrasaba las vacaciones. La promesa de ir a Patmos se desvanecía. Patmos, la isla donde empieza el apocalipsis en el nuevo testamento y donde San Juan Evangelista se la meneaba en una gruta, en un verso del Montalbán más culterano, “El viajero que huye”, es la misma a la ...

Caldo de Carvalho (I) Nada quedó de abril

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         En la playa del Albir junto al mar, con la brisa y el olor a tostadas, lo tiene todo hecho. Mató gente en momentos de amor y barro. Ha vivido con miedo a una vejez sórdida, a la muerte no. Quiso jubilarse con dinero suficiente en la caja de ahorros como para que, llegado el caso, le limpiaran el culo con una sonrisa. Cumplidos muchos más años de los que esperaba, no quiere morir rodeado de comisionistas. Le quedan algunas personas, pocas, y un deseo, no perder la memoria; “La memoria y el deseo, alcahuetas de la ocultación del rostro verdadero de la muerte”. Volver, reordenar el pasado, es su última ocupación. Busca cuentas sin cuadrar antes de pagar la factura de los muertos y apagar la luz. El primer recuerdo de su infancia, en el distrito V de Barcelona, el barrio Chino, es un bulto en el suelo entre la calle Botella y la calle de la Cera: “—¿Borracho? —No, muerto. El cadáver del hijo de los verduleros, a los que a veces apaleaban por vender sin perm...